el largo poema del caminar // the long poem of walking

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por Ramiro Aznar Ballarín


En uno de los pasajes de Walkscapes: El andar como práctica estética se dice que “el mundo es un enorme lienzo, el cual es pintado al caminar. Una superficie que no es una página en blanco, sino un histórico y geográfico sedimento en el cual se van añadiendo capas y más capas” [2: 150, énfasis mío]. Desde las pisadas milenarias de dos Australopithecus aferensis en Laetoli (Tanzania) hasta ese “pequello” paso de Neil Amstrong en la Luna en 1969, la Humanidad –y nuestros ancestros homínidos- han escrito la Historia caminando. En las ciudades, la marcha a pie ha sido el modo mayoritario de desplazamiento hasta hace muy poco, constituyendo la base de la movilidad y relaciones urbanas [12]. Pero como se verá la práctica de caminar, de escribir el paisaje urbano con nuestros pies, no es únicamente un modo de moverse a través del tejido urbano.

Uno de los primeros en reconocer las implicaciones del caminar por la ciudad fue la figura del flâneur. El origen de este personaje se remonta al siglo XIX, y es asociado a un lugar determinado, las calles parisinas [17]. Sin lugar a dudas, el mejor análisis sobre el tema lo encontramos en el ensayo de Water Benjamin sobre Charles Baudeliere [Benajamin, 1983, cited in 15]. Por definición, un flâneur es tanto un ocioso, un paseante, como un observador, un detective de la escena urbana [6]. Es una interesante figura pública porque es capaz de resaltar “la centralidad del movimiento en la vida social”, ya que para el lo más importante es el flujo de nuevas experiencias y percepciones que le invaden al andar por el paisaje urbano y entremezclarse entre el gentío [ibid]. Las calles, de acuerdo con los apuntes de Benjamin [1], conducen al paseante a través de un tiempo ya extinto, recuerdos o melodías de un pasado alternativo. Por consiguiente, se ha argumentado que la práctica de la flânerie no consiste en vagabundear y observar, también supone escribir y transformar el tejido metropolitano [16]. En este contexto, hombres de la época como Engels, Dickens y Mayhew son considerados poetas andantes que intentaron leer la ciudad “ilegible”, y a continuación transformar su caótica y peligrosa narrativa en un texto social integrado, reconocible y ordenado [ibid]. Según lo visto en este párrafo, como Benjamin [1] apunta, las ciudades son vastos depósitos de historia que pueden ser leídos como un libro si se cuenta con un código apropiado.



Según Walter Benjamin la ciudad puede ser entendida como un texto. De este modo se pude argumentar que lo que está escrito se corresponde con la realidad urbana, y por tanto, sus innumerables palabras pueden ser entendidas como miles de puertas –que sirven tanto como entrada como de salida- [Frisby, 1994: 100, citado en 6]. Como consecuencia la flânerie es un método de lectura, de interpretación de señales, huellas, signos, vestigios… dejados en el pavimento urbano, pero también es un medio para escribir, para construir y producir ciudad  [6] (vía la ciudad viva). // According to Walter Benjamin, “the text is a city”. “That which is written is like a city, to which the words are thousand gateways” [Frisby, 1994: 100, cited in 6]. The flânerie is therefore a method of reading texts, for interpreting the traces of the metropolis, but it is also a method of writing, of producing and constructing texts [6] (via la ciudad viva).

La llegada del siglo XX supuso la (casi) extinción del flâneur del nicho urbano debido a dos factores principales. Por un lado la reducción del espacio público urbano, y por otro, el auge del tráfico y del automóvil privado [6]. Como consecuencia este investigador de la ciudad fue progresivamente sustituido por el voyeur de escaparates [ibid], por un auténtico mallrat. Un consumidor ávido por mezclarse entre la multitud y los maniquís [Falk & Campbell, 1997, citado en 6].

En estos últimos años, al mismo tiempo que la ciudad del texto es reemplazada por la ciudad del link, un nuevo explorador esta vez electrónico se desplaza por las avenidas de Internet. Como auguraba Verilio [1997, citado en 6], “la pantalla del ordenador se ha convertido en la plaza mayor”. Hoy en día, de hecho, las redes de información digital pueden considerarse tan esenciales como los callejeros urbanos [9]. Diversos autores apuntan dos diferencias principales entre este flâneur electrónico y el convencional de hace dos siglos. La primera reside en la velocidad y la movilidad. Mientras que el flâneur parisino recorre las calles de forma continua, pausada, y en su errar como mucho podría visitar un número reducido de calles, su versión moderna se mueve de forma rápida y puntuada, gracias a “saltos” entre calles e incluso ciudades [6]. Esta “híper-movilidad” se conoce como navegación o surfeo de la red, y se consigue gracias a la naturaleza híper-conectada de la red [ibid]. El segundo contraste esta basado en la escala del universo que ambos flâneur habitan. Por un lado, la actividad del flâneur convencional estaba limitada por los edificios, las calles y por algunas barreras socio-culturales. En cambio, el “datascape” del presente tiene multitud de capas, casi infinitas [ibid], aunque también presenta en su geografía de accesibilidad un creciente número de obstáculos, culturales, físicos y socio-políticos [9].



El acceso a este nuevo espacio digital urbano se está configurando de una forma muy parecida al de la ciudad convencional. De hecho, en la actualidad no podemos encontrar en la red plazas, forums, lobbies, barreras, puertas, cerraduras y clubs privados [9: 59] (via Google Images). // “Now, as cyberspace cities emerge, a similar framework of distinctions and expectations is being constructed, and electronic plazas, forums, lobbies, walls, doors, locks, memebers-only clubs, and private rooms are being invented and deployed” [9: 59] (via Google Images).

En los 50, el flâneurismo deja paso a otra exploración urbana conocida como deriva (“dérive”) desarrollado por los miembros de la Internacional Situacionista. Este movimiento fue el sucesor natural de la “visita” dadaísta y la “deambulación” surrealista [2]. A través de la deriva urbana los situacionistas trataban de construir situaciones por las cuales “desnudar” la ciudad convencional, y de esta forma, construir territorios lúdicos, patios de recreo "donde poder vivir colectivamente y en el cual experimentar comportamientos alternativos” [ibid]. Al contrario que los surrealistas, Guy Debord y compañía aceptaban el azar pero no basaban la deriva principalmente en él [2]. Con unas pocas reglas pretendían abrir posibilidades en estado latente a través de la intervención, la apropiación y el desciframiento del paisaje urbano [4]. Los situacionistas representaban las derivas a través de “mapas psicogeográficos” en los que ilustraban los flujos de experiencias y vivencias [ibid].

Guiando nuestros pasos a otro tema, el hecho de caminar es reconocido como una práctica de participación humana llevada a cabo simbólica y físicamente, la cual se puede entender como una exploración estética [ibid]. Phillips [10] explica que el caminar ha atraído a multitud de (anti) artistas por su inacabada naturaleza basada principalmente en el proceso y no el el propósito. Además ofrece una manera de escribir sobre el paisaje tanto natural como artificial sin prácticamente restricciones. Como dice Roelstraete [13:12-15] en su libro sobre la obra de Richard Long, A line made by walking (1967), “andar es un medio a través del cual se puede construir mundo pero a la vez poderlo habitar”, “medir e incluso apropiarse de él”. Como dirían otros caminar puede entenderse como una manera radicalmente diferente, mucho más democrática de experimentar la ciudad. Esta tendencia artística ha sobrepasado fronteras, autores como Ulay, Wodiczko, Muller, Cardiff, Tiravanija y el propio Long llevan años creando arte a partir del acto humano más ordinario, andar, de esta forma su obra se añade a ese largo poema que son las mitologías del andar como la peregrinación, las diásporas, y los mencionados flâneurismos y derivas situacionistas [10]. 


A line made by walking (Richard Long, 1967). “Andar puede considerarse como una acción artística, y por tanto, una línea creada al caminar podría ser una obra de arte” [13: 5] (vía National Galleries of Scotland). // A line made by walking (Richard Long, 1967). “Walking could be art, and that a line made by walking could be an artwork” [13: 5] (via National Galleries of Scotland).

Todas estas corrientes culturales basados en la experimentación de la ciudad o el paisaje en general a través del caminar se encuentran en clara oposición a lo que se ha llamado la visión divina [3], la mirada panóptica [5] o más recientemente la visión “zenithal” [4], la cual la urbe es observada y analizada a través de los cristales de la ventana del último piso del más alto rascacielos. La marcha a pie y la reflexión generados durante los paseos urbanos entonces contribuye al denominado contradiscurso urbano [14]. En este marco, Barthes [1982, citado en 7; 14] puntualiza que la ciudad sólo puede comprenderse enteramente de una forma etnográfica, es decir, caminándola, observándola de cerca, usándola… Wilson [1991, citado en 11] argumenta que al caminar los espacios urbano invocan recuerdos, un proceso al que Proust denominó “memoria involuntaria”. Muchos académicos han apoyado esta tesis, Steve Pile [1997, citado en 11] por ejemplo, comenta que el andar permite viajar espacial y temporalmente. Para él, cada ángulo, cada nueva experiencia callejera, puede producir tanto una serie de flashbacks y flashforwards junto con realidades presentes. Además del componente psicológico del espacio urbano, la ciudad también se encuentra definida por su ritmo urbano [8]. Como Highmore [2005: 141, citado en 8] resalta, “el ritmo de paso es un ingrediente vital en cualquier experiencia urbana, sin importar lo rápido o lento que este sea”. De hecho, la relación entre el tiempo y la práctica de caminar es no sólo la del tic-tac del reloj, sino que está constituida por múltiples y complejas temporalidades a través de las cuales los ciudadanos experimentan sus trayectos [8: 1958].

De Certau alienta a los viandantes a producir sus propios textos urbanos, a construir y ocupar el espacio urbano de las maneras más extrañas e inventivas posibles, para así, permitir desbloquear posibilidades anteriormente latentes, durmientes, con las que jugar a proyectar, representar la ciudad [14], algo que recuerda mucho al título de una de las primeras entradas de este blog: sembrar nuestras calles con potencial. En esta misma línea argumental, Phillips [10] escribe que caminar es una actividad que abre horizontes para la exploración urbana pero que al mismo modo, consigue demostrar las limitaciones del paisaje urbano cotidiano. Entonces, quedándonos con la parte positiva, se podría decir que “el discurso del caminante urbano crea historias, inventa espacios, y abre las puertas de la ciudad, inundando la superficie urbana con una miríada de posibilidades tanto realizables como irrealizables, desencadenando un flujo de sentimientos y experiencias olvidadas tiempo atrás”.





mapa de acceso a zonas verdes y servicios públicos // openspace and public services accessibility map

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por Ramiro Aznar Ballarín // by Ramiro Aznar Ballarín



Mapa que muestra la localización de las zonas verdes y plazas de Zuera (en verde) así como los servicios públicos presentes en el pueblo (en púrpura). La ortofoto tomada del SITAR utilizada de fondo aunque es de muy buena calidad no es muy actual (las últimas actuaciones en Zuera Sur y la ribera del Gállego no se habían acometido). // Openspace (in green) and public services (in purple) accessibility map of Zuera. The aerial photo obtained from SITAR system although is quite good, it is not very updated (the last projects in Zuera Sur and the riverside of the Gállego river had not performed).