por Ramiro Aznar Ballarín
Uno de los elementos clave de este proyecto va consistir en la colaboración con varias organizaciones de la comunidad zufariense para la elaboración de una cartografía del "walkscape" de Zuera. Esta metodología es conocida bajo el nombre de investigación participativa, una práctica que por su naturaleza contingente y exploratoria puede producir resultados impredecibles pero sumamente interesantes [1]. Esta técnica es usada por actores locales para "saltar de escala" [2] para contextualizar sus exigencias y proposiciones, y de este modo ganar legitimidad a la hora de presentarlas ante las autoridades locales. En la práctica, sin embargo, la participación ciudadana en los trabajos de investigación no sigue un camino llano como se podría leer en muchos de los textos académicos. En este respecto, entre los problemas generados en procesos participativos que Cornwall y Jewkes [3] apuntan podrían destacarse los siguientes: en primer lugar, la participación es una acción que requiere mucho esfuerzo y tiempo sin posibles beneficios; segundo, dentro de una comunidad no todo el mundo puede o quiere participar; tercero, los procesos participativos no son continuos o predecibles, ya que la gente puede entrar y salir sin previo aviso; cuarto, una comunidad no es una entidad homogénea, el investigador tiene que ser sensible a estas diferencias; quinto, el académico también debe tener en cuenta las consecuencias de sus acciones (por ejemplo, al elegir con quién participar), e incluso los posibles efectos negativos que puede acarrear la colaboración sobre los propios ciudadanos.
Este mismo mes se ha llevado a cabo una consulta popular en Barcelona para determinar el proyecto de remodelación de la avenida de la Diagonal. En contra de lo deseado por el alcalde y su equipo, los barceloneses eligieron no llevar a cabo ningún tipo de obra (frente a las otras dos opciones que consistían en proyectos de regeneración). Los medios y la gente en general entienden este resultado como un gran fallo, pero en mi opinión, ha sido una clara lección de los ciudadanos a las autoridades. Una importante lectura señala que el referéndum se llevo a cabo sin tener en cuenta el contexto en el cual se desarrolló el llamado espacio de participación [4, 5]. En primer lugar, este lugar abstracto para la participación ciudadana fue creado por las autoridades locales o "de arriba a abajo", y por tanto, poseía un claro tinte político. Por otro lado, en España nos encontramos actualmente ante una grave crisis financiera, lo que provoca que los ciudadanos vean con malos ojos cualquier obra que pueda acarrear grandes costos. De todas formas, incluso los espacios participativos creados por los propios ciudadanos (frente a los "invitados"), poseen huellas de pasadas relaciones sociales [5], no existen los espacios neutros. Por tanto, es necesario señalar que los procesos de participación ciudadana dependen en gran medida del contexto a diferentes escalas [6].
Una ciudadana dibuja sus preferencias respecto a un proyecto de equipamientos sobre una de las capas o mapas GIS (visto en Paisaje y GIS). // A citizen drows her housing residents on one of the GIS maps or layers (saw in Paisaje y GIS).
En el presente trabajo la técnica que se ha escogido para involucrar a la comunidad es la llamada cartografía ciudadana, a través de la cual los residentes interesados pueden escalar la "escalera de la participación ciudadana" de Arnstein [7] y de este modo poder plasmar en un mapa tanto las necesidades como las posibilidades que albergan las calles de Zuera. De este modo los ciudadanos pasan de ser simples beneficiarios o usuarios a participantes o creadores [8]. Los orígenes de los mapas generados por los ciudadanos se remonta a la década de los años 70, por aquel entonces los geógrafos apoyándose en la psicología desarrollaron los denominados mapas "cognitivos" o "mentales", representaciones del ambiente espacial realizado por los propios miembros de una comunidad [9]. Hoy en día estas herramientas han evolucionado enormemente. De entre la gran variedad de aplicaciones que existen en el mercado o la red cabría destacar los Sistemas de Información Geográfica (SIG o GIS) por su potencial para implicar a los ciudadanos en la investigación urbana o el planeamiento urbanístico [11]. De hecho con el paso de los años, el planeamiento se ha vuelto más complejo y mucho más dependiente de las tecnologías de la información, aumentando el uso de herramientas GIS debido a que cada vez existe más geo-información disponible y accesible por un lado, y por otro, su plataforma se ha vuelto más sencilla para el usuario [12].
Una de las iniciativas más interesantes en los GIS participativos es el llamado "Bottom-up" -de abajo a arriba- GIS. A través de este enfoque los ciudadanos pueden manipular datos geoespaciales y sociales para expresar sus puntos de vista sobre el estado de su barrio o ciudad así como señalar futuras actuaciones en el planeamiento [13]. Esta técnica por tanto se traduce en el uso de un lenguaje espacial por parte de los ciudadanos y ciudadanas basado en su conocimiento autóctono y percepciones. Como Jane Jacobs señaló en su día, el funcionamiento de las ciudades y los vecindarios son muy difíciles de comprender, incluso para los propios ciudadanos y vecinos, y es que uno "nunca se da cuenta de lo complicado que es un barrio o vecindario de una ciudad hasta el momento que uno intenta explicarlo" [14]. Sobre este respecto, los GIS pueden servir de gran ayuda. Elwood [15] encontró cinco clases diferentes de narrativas espaciales en mapas hechos con software GIS por varias organizaciones comunales (necesidades, activos, injusticias, logros y reinterpretaciones) sobre la condición y potencialidad de proyectos urbanísticos en la ciudad de Chicago. La superposición e interacción de estas cartografías puede crear una superficie sembrada con potencialidades, sobre las cuales se pueden detectar tanto déficits como oportunidades donde poder actuar [16]. Junto esta gran ventaja, los GIS pueden servir como plataforma con la cual los ciudadanos pueden contextualizar y basar sus argumentos [17] y por tanto, legitimizar sus propuestas y expresiones [13].
Sin embargo las herramientas GIS también conllevan ciertos límites, inconvenientes y prejuicios . En primer lugar, los sistemas de información geográfica no deben ser sustitutos de otros mecanismos de participación [13], de hecho estos deberían usarse de forma complementaria con otros procedimientos más tradicionales e innovadores como dibujo a mano alzada o programas de foto-manipulación [17]. En segundo lugar, este tipo de aplicaciones suponen un esfuerzo económico, técnico y de tiempo elevado, lo cual puede reducir el acceso a muchos posibles usuarios [18]. Más concretamente, la tecnología GIS requiere un hardware muy avanzado y un esfuerzo para entender las complejidades del programa. En este sentido para muchos ciudadanos el beneficio personal por participar en estos procesos es generalmente muy pequeño comparado con los costes [10]. Por último, es realmente importante apuntar que los GIS tienen la dualidad de otorgar más poder a ciertos ciudadanos pero al mismo tiempo también posee la capacidad de marginalizar a otros [19]. McCall [20], por ejemplo, señala que los GIS permiten acaparar más información a las personas que de por sí ya poseen muchos recursos, y por consiguiente acumulando más poder en un continuo feedback positivo. Además el mismo autor continua afirmando que considerar los GIS como herramientas neutras o apolíticas es un error, ya que depende enormemente de quién los esté usando y para qué fin.
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by Ramiro Aznar Ballarín
Uno de los elementos clave de este proyecto va consistir en la colaboración con varias organizaciones de la comunidad zufariense para la elaboración de una cartografía del "walkscape" de Zuera. Esta metodología es conocida bajo el nombre de investigación participativa, una práctica que por su naturaleza contingente y exploratoria puede producir resultados impredecibles pero sumamente interesantes [1]. Esta técnica es usada por actores locales para "saltar de escala" [2] para contextualizar sus exigencias y proposiciones, y de este modo ganar legitimidad a la hora de presentarlas ante las autoridades locales. En la práctica, sin embargo, la participación ciudadana en los trabajos de investigación no sigue un camino llano como se podría leer en muchos de los textos académicos. En este respecto, entre los problemas generados en procesos participativos que Cornwall y Jewkes [3] apuntan podrían destacarse los siguientes: en primer lugar, la participación es una acción que requiere mucho esfuerzo y tiempo sin posibles beneficios; segundo, dentro de una comunidad no todo el mundo puede o quiere participar; tercero, los procesos participativos no son continuos o predecibles, ya que la gente puede entrar y salir sin previo aviso; cuarto, una comunidad no es una entidad homogénea, el investigador tiene que ser sensible a estas diferencias; quinto, el académico también debe tener en cuenta las consecuencias de sus acciones (por ejemplo, al elegir con quién participar), e incluso los posibles efectos negativos que puede acarrear la colaboración sobre los propios ciudadanos.
Este mismo mes se ha llevado a cabo una consulta popular en Barcelona para determinar el proyecto de remodelación de la avenida de la Diagonal. En contra de lo deseado por el alcalde y su equipo, los barceloneses eligieron no llevar a cabo ningún tipo de obra (frente a las otras dos opciones que consistían en proyectos de regeneración). Los medios y la gente en general entienden este resultado como un gran fallo, pero en mi opinión, ha sido una clara lección de los ciudadanos a las autoridades. Una importante lectura señala que el referéndum se llevo a cabo sin tener en cuenta el contexto en el cual se desarrolló el llamado espacio de participación [4, 5]. En primer lugar, este lugar abstracto para la participación ciudadana fue creado por las autoridades locales o "de arriba a abajo", y por tanto, poseía un claro tinte político. Por otro lado, en España nos encontramos actualmente ante una grave crisis financiera, lo que provoca que los ciudadanos vean con malos ojos cualquier obra que pueda acarrear grandes costos. De todas formas, incluso los espacios participativos creados por los propios ciudadanos (frente a los "invitados"), poseen huellas de pasadas relaciones sociales [5], no existen los espacios neutros. Por tanto, es necesario señalar que los procesos de participación ciudadana dependen en gran medida del contexto a diferentes escalas [6].
Una ciudadana dibuja sus preferencias respecto a un proyecto de equipamientos sobre una de las capas o mapas GIS (visto en Paisaje y GIS). // A citizen drows her housing residents on one of the GIS maps or layers (saw in Paisaje y GIS).
En el presente trabajo la técnica que se ha escogido para involucrar a la comunidad es la llamada cartografía ciudadana, a través de la cual los residentes interesados pueden escalar la "escalera de la participación ciudadana" de Arnstein [7] y de este modo poder plasmar en un mapa tanto las necesidades como las posibilidades que albergan las calles de Zuera. De este modo los ciudadanos pasan de ser simples beneficiarios o usuarios a participantes o creadores [8]. Los orígenes de los mapas generados por los ciudadanos se remonta a la década de los años 70, por aquel entonces los geógrafos apoyándose en la psicología desarrollaron los denominados mapas "cognitivos" o "mentales", representaciones del ambiente espacial realizado por los propios miembros de una comunidad [9]. Hoy en día estas herramientas han evolucionado enormemente. De entre la gran variedad de aplicaciones que existen en el mercado o la red cabría destacar los Sistemas de Información Geográfica (SIG o GIS) por su potencial para implicar a los ciudadanos en la investigación urbana o el planeamiento urbanístico [11]. De hecho con el paso de los años, el planeamiento se ha vuelto más complejo y mucho más dependiente de las tecnologías de la información, aumentando el uso de herramientas GIS debido a que cada vez existe más geo-información disponible y accesible por un lado, y por otro, su plataforma se ha vuelto más sencilla para el usuario [12].
Una de las iniciativas más interesantes en los GIS participativos es el llamado "Bottom-up" -de abajo a arriba- GIS. A través de este enfoque los ciudadanos pueden manipular datos geoespaciales y sociales para expresar sus puntos de vista sobre el estado de su barrio o ciudad así como señalar futuras actuaciones en el planeamiento [13]. Esta técnica por tanto se traduce en el uso de un lenguaje espacial por parte de los ciudadanos y ciudadanas basado en su conocimiento autóctono y percepciones. Como Jane Jacobs señaló en su día, el funcionamiento de las ciudades y los vecindarios son muy difíciles de comprender, incluso para los propios ciudadanos y vecinos, y es que uno "nunca se da cuenta de lo complicado que es un barrio o vecindario de una ciudad hasta el momento que uno intenta explicarlo" [14]. Sobre este respecto, los GIS pueden servir de gran ayuda. Elwood [15] encontró cinco clases diferentes de narrativas espaciales en mapas hechos con software GIS por varias organizaciones comunales (necesidades, activos, injusticias, logros y reinterpretaciones) sobre la condición y potencialidad de proyectos urbanísticos en la ciudad de Chicago. La superposición e interacción de estas cartografías puede crear una superficie sembrada con potencialidades, sobre las cuales se pueden detectar tanto déficits como oportunidades donde poder actuar [16]. Junto esta gran ventaja, los GIS pueden servir como plataforma con la cual los ciudadanos pueden contextualizar y basar sus argumentos [17] y por tanto, legitimizar sus propuestas y expresiones [13].
Sin embargo las herramientas GIS también conllevan ciertos límites, inconvenientes y prejuicios . En primer lugar, los sistemas de información geográfica no deben ser sustitutos de otros mecanismos de participación [13], de hecho estos deberían usarse de forma complementaria con otros procedimientos más tradicionales e innovadores como dibujo a mano alzada o programas de foto-manipulación [17]. En segundo lugar, este tipo de aplicaciones suponen un esfuerzo económico, técnico y de tiempo elevado, lo cual puede reducir el acceso a muchos posibles usuarios [18]. Más concretamente, la tecnología GIS requiere un hardware muy avanzado y un esfuerzo para entender las complejidades del programa. En este sentido para muchos ciudadanos el beneficio personal por participar en estos procesos es generalmente muy pequeño comparado con los costes [10]. Por último, es realmente importante apuntar que los GIS tienen la dualidad de otorgar más poder a ciertos ciudadanos pero al mismo tiempo también posee la capacidad de marginalizar a otros [19]. McCall [20], por ejemplo, señala que los GIS permiten acaparar más información a las personas que de por sí ya poseen muchos recursos, y por consiguiente acumulando más poder en un continuo feedback positivo. Además el mismo autor continua afirmando que considerar los GIS como herramientas neutras o apolíticas es un error, ya que depende enormemente de quién los esté usando y para qué fin.
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by Ramiro Aznar Ballarín
One of the key elements of the current project is to engage some community organizations in order to represent their own perceptions of the walkscape of Zuera, this particular methodology is known as participatory research. The inherent nature of this approach are necessarily unpredictable, exploratory and relational [1]. This 'bottom-up' technique is used by local activists as 'scale jumping' [2] to frame their local concerns by reference to broader patterns, trends and relationships in order to gain legitimacy and to represent their concerns beyond the local level. However, in practicce, participatory analysis rarely follows the smooth pathway implied by theoretical writings. In this respect, Cornwall and Jewkes [3] point out a series of problems concerning participation: it is time and energy consuming, within communities not everyone will be able to participate, involvement in the research process is usually neither continuous nor predictable, a community is a very heterogeneous group, the researcher should be aware of the unintended consequences of his/her choices and biases, and even the possible negative outcomes which can be generated for the research community.
This month a popular consultation in Barcelona concerning a remodelling project of one of the main streets of the city, the Diagonal. Against the major will, the inhabitants chose not to regenerate it. People understand the result as a failure, but in my opinion, this should be interpreted as a lesson from the citizens to the political authorities. The referendum, for instance, was carried out without taking into account the context of the so-called space of participation [4, 5]. First, these 'invited spaces' created from above through municipal iniciatives are not neutral, but are shaped by the power relations which both enter and sorround them. Secondly, nowadays Spain is suffering a strong financial crisis and hence, the social context has not been set to undertake costly projects. Nevertheless, even spaces which are chosen, taken and demanded through collective action from below have 'tracks and traces' of previous social relationship, resources and knowledge [5]. Therefore, participation should be understood as context dependent and contingent on particular local and regional setting [6], and for the purpuse of this work it will be necessary to understand the local dynamics embedded within our space of participation.
In the current project the mechanism to community engagement will be the use of participatory mapping, in which some residents will be able to climb the ladder of citizen participation [7] and sketch their necessities and possiblities of the streets of the town. In this regard, residents can move from just 'beneficiaries', 'users' or 'choosers' to real 'makers and shapers' [8]. The origins of the participatory cartographies are back in the 1970s, at that time geographers drew on psychology to develop the use of mental maps drawn by people to represent their spatial environments [9]. Nowadays there have been a great evolution in this sort of tools and channels [10]. Among them, it has demonstrated that Geographical Information Systems (GIS) has a truly interesting potential for engaging communities in urban research or participatory planning [11]. In fact, in the last years, as planning has become more complex and increasingly dependent on information and communication technology instruments, the application of GIS within planning practice has increased because of the tremendous growth in accessible and affordable geodata and the shift of its nature from being primarily technology-driven to being more user-driven [12].
One of the most interesting initiatives in Participatory GIS (PGIS) is defined as Bottom-Up GIS (BUGIS). In this approach, residents learn to manipulate GIS data to express their views about planning issues, neighborhood meaning and future preferences [13]. BUGIS, thus, can be used by participants as a spatial language tool based on local knowledge and residents perceptions. As noted by Jane Jacobs, neighborhoods are really difficult to define, even for their residents, “you never realize how complicated a neighborhood within a big city is until you try to explain it” [14]. In this regard, BUGIS can be very helpful. Elwood [15], for example, found five different types of spatial narratives about neighborhoods conditions and capacities (needs, asset, injustice, accomplishment and reinterpretation narratives) in the GIS-based maps designed by two community organizations in a development project in Chicago. The interaction of these geographies can create a particular participatory potential surface wherein can be detect spaces of opportunity as well as spaces of need or deficit [16]. In addition to identify neighborhood potentials and problems, PGIS can make the discussion between planners, authorities and residents contextual, more realistic and with technically supported [17]. For this reason, it may eventually legitimize individual or community expressions and proposals [13].
Nevertheless, the benefits of using GIS in participatory processes must be also tempered with a clear understanding of its intrinsic limits, drawbacks, and biases. Firstly, GIS cannot be made to substitute for the wide array of ways in which residents express their views about their environment [13]. In fact, PGIS should be complemented with more traditional ways of participation as well as new mechanisms of public engagement such as artists’ freehand sketching or computer-based photo-manipulation [17]. Secondly, it is known that there are some financial, temporal and technical barriers that can impede access to use of GIS [18]. Concretely, GIS technology needs high quality of computer equipment and also time and willingness to understand how the software works. In this respect, for most citizens the personal benefit of getting involved in planning activities and learning how to use a PGIS application is usually little and the costs of participation is rather high [10]. Finally, and more important, it is been stated that PGIS can both empower and marginalize [19]. In fact, McCall [20] points out that information accrues to those already with most resources, thus further accumulating their power. Moreover, he states that the ‘value-neutral’ of GIS applications is a myth, and thus, it all depends on what it is being used for, and on who is controlling it.
One of the most interesting initiatives in Participatory GIS (PGIS) is defined as Bottom-Up GIS (BUGIS). In this approach, residents learn to manipulate GIS data to express their views about planning issues, neighborhood meaning and future preferences [13]. BUGIS, thus, can be used by participants as a spatial language tool based on local knowledge and residents perceptions. As noted by Jane Jacobs, neighborhoods are really difficult to define, even for their residents, “you never realize how complicated a neighborhood within a big city is until you try to explain it” [14]. In this regard, BUGIS can be very helpful. Elwood [15], for example, found five different types of spatial narratives about neighborhoods conditions and capacities (needs, asset, injustice, accomplishment and reinterpretation narratives) in the GIS-based maps designed by two community organizations in a development project in Chicago. The interaction of these geographies can create a particular participatory potential surface wherein can be detect spaces of opportunity as well as spaces of need or deficit [16]. In addition to identify neighborhood potentials and problems, PGIS can make the discussion between planners, authorities and residents contextual, more realistic and with technically supported [17]. For this reason, it may eventually legitimize individual or community expressions and proposals [13].
Nevertheless, the benefits of using GIS in participatory processes must be also tempered with a clear understanding of its intrinsic limits, drawbacks, and biases. Firstly, GIS cannot be made to substitute for the wide array of ways in which residents express their views about their environment [13]. In fact, PGIS should be complemented with more traditional ways of participation as well as new mechanisms of public engagement such as artists’ freehand sketching or computer-based photo-manipulation [17]. Secondly, it is known that there are some financial, temporal and technical barriers that can impede access to use of GIS [18]. Concretely, GIS technology needs high quality of computer equipment and also time and willingness to understand how the software works. In this respect, for most citizens the personal benefit of getting involved in planning activities and learning how to use a PGIS application is usually little and the costs of participation is rather high [10]. Finally, and more important, it is been stated that PGIS can both empower and marginalize [19]. In fact, McCall [20] points out that information accrues to those already with most resources, thus further accumulating their power. Moreover, he states that the ‘value-neutral’ of GIS applications is a myth, and thus, it all depends on what it is being used for, and on who is controlling it.
[1] Pain, R. & Kindon, S. 2007. Participatory geographies. Guest editorial. Environmental and Planning A 39, 2807-2812.
[2] Ghose, R. 2007. Politics of scale and networks of association in public participation GIS. Environmental and Planning A 39, 1961-1980.
[3] Cornwall, A. & Gaventa, J. 2000. From users and choosers to makers and shapers: re.positioning participation in social policy. IDS Bulletin 31(4).
[4] Gaventa, J. 2002. Introduction: Exploring Citizenship, Participation and Accountability. IDS Bulletin 33(2), 1-11.
[5] Cornwall, A. & Jewkes, R. 1995. What is participatory research? Soc. Sct. Med. 12, 1667-1676.
[6] Kesby, M. 2007. Spatialising participatory approaches: the contribution of geography to a mature debate. Environemt and Planning A 39, 2813-2831.
[7] Arnstein, S. 1969. A ladder of citizens participation. Journal of the American Institute of Planners 35(7), 216-224.
[8] Cornwall, A. & Gaventa, J. 2001. Bridging the gap: citizenship, participation and accountability. PLA Notes 40, 32-35.
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[14] Jacobs, J. 1961. The Death and Life of Great American Cities. Random House, 624 p.
[15] Elwood, S. 2006a. Beyond Cooptation or Resistance: Urban Spatial Politics, Community Organizations, and GIS-Based Spatial Narratives. Annals of the Association of American Geographers 96(2), 323-341.
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[17] Al-Kodmany, 1999. Using visualization techniques for enhancing public participation in planning and design: process, implementation and evaluation. Landscape and Urban planning 45, 37-45.
[18] Elwood, S. 2006b. Critical Issues in Participatory GIS: Deconstructions, Reconstructions, and New Research Directions. Transactions in GIS 10(5), 693-708.
[19] Brodnig & Mayer-Schonberger, 2000 saw in [20].
[20] McCall, M.K. 2003. Seeking good governance in participatory-GIS: a review of process and governance dimensions in applying GIS to participatory spatial planning. Habitat International 27, 549-573.
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